La espiritualidad es para el creyente el camino que le acerca a Dios e incluye oración, intuición, reflexión, acción y comprensión de quién es ese Dios para nosotros manifestado en Jesús. Y ese camino termina condicionando la propia vida y nuestra comprensión del mundo.
La espiritualidad ignaciana encuentra su fuente en la experiencia de San Ignacio, plasmada en los Ejercicios Espirituales. Se sostiene en un Dios que habita y trabaja en todas las criaturas y en todo lo que nos acontece. Nos impulsa a vivir desde un profundo sentimiento de agradecimiento por todos los dones recibidos, nos hace conscientes de nuestras debilidades y nos aporta claves que transforman nuestras relaciones convirtiéndonos en personas que enfocan su vida hacia los demás.
Los principales pilares de la espiritualidad ignaciana son:
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- Buscar y hallar la voluntad de Dios sobre mi vida. No lo más perfecto objetivamente, sino lo que Dios quiere de mí.
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- Ensanchar el corazón a las dimensiones del mundo, pero aterrizando en lo concreto para no perderme en vaguedades o en ideales irrealizables.
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- Conocer mi realidad lo más ampliamente posible. De ahí, examinar mucho cada situación y también reflexionar mucho sobre uno mismo.
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- Discernir, a la luz de la oración y de la razón iluminada por la fe, cómo puedo mejorar esa realidad para hacerla más evangélica.
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- Encontrar a Dios en todo lo creado, siendo contemplativos en la acción.